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Recuerdos no olviados(Segunda parte) (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Cierto día del mes de marzo de 1958,
quizás cuando llevaba un par de semanas en el campamento,
bajo el mando interino del capitán Ramiro Valdés,
se anunciaba que el Che llegaba al frente de una larga arria de
mulos bien cargados. Recuerdo que una ola de júbilo
recorrió el campamento., no sólo por el arribo del
insustituible jefe, sino porque nació en todos la
esperanza-incluido yo- de que al fin comeríamos algo
más que la solitaria malanga, sin sal ni manteca, que
desde hacía tiempo el menú obligado.

Todos corrimos hacia el trillo por donde ascendía
el Che seguido de un grupo de soldados rebeldes. Y con el
cansancio reflejado en los rostros castigados por el inclemente
sol. El grato sonido de las "gangarrias" que colgaban de los
arreos de los mulos llegaba a nuestros oídos como un
mensaje alegre y esperanzador. Saludos, abrazos a los
recién llegados, risas y júbilo. E inmediatamente
se dio la orden de bajar la carga.

Esa constituyó la primera vez que vi. al Che. Era
una figura que imponía respeto, no miedo; que
atraía sin ser demasiado expresivo; que no reía,
pero sabía sonreír, mientras acercaba por momentos
a sus fosas nasales, el atomizador, su inevitable
compañero, para atenuar el asma que no lo abandonaba. A su
lado, Ramirito como muchos respetuosamente le llamaban. Y todos
atentos con la mirada fija en las maniobras de descarga del
arria.

Con una alegre agitación se abrieron los primeros
bultos y surgió una oleada de libros y libretas de
diversos tamaños y colores. Pasaron al segundo mulo;
más libros. Al tercero: más libros y más
volúmenes y volúmenes. Los rostros de los
compañeros cambiaban gradualmente de expresión.
Serios, muy serios, proseguían la tarea sin pronunciar
palabra. Así hasta el último bulto.

Todos comprendimos- los combatientes en primer
término, pues conocían las condiciones humanas del
Che, mejor que nosotros-que él hubiera deseado otra
cosa… Pero en la guerra se obtiene lo que se puede y no lo que
se quiere. Y allí había una escuela donde el
alimento fundamental eran los libros y libretas. Y Che deseaba
que todos aprendieran a leer y a escribir para poder servir mejor
a la Revolución.

En esos días de marzo de 1958, el combatiente
Joel Iglesias convalecía en el campamento de La Mesa.
Apenas rebasaba entonces los 15 años y ya se le
reconocía como un valiente y audaz guerrillero. Herido
gravemente en combate, iniciaba su recuperación, dando sus
primeros pasos ayudado por dos muletas. Había sido
admitido en el Ejército Rebelde luego de cumplir heroicas
misiones.

Che le había dicho:

– Te ascenderé a teniente cuando sepas leer y
escribir. Un oficial rebelde no puede ser analfabeto.

Y Joel Iglesias, desde el amanecer, junto a sus muletas,
dedicaba horas y horas al estudio, con una voluntad que admiraba.
Tuve el privilegio de ser eventualmente uno de los que cooperaron
a su aprendizaje, ganado por el empeño de aquel casi
niño que acababa de recibir en su cuerpo, su primera
condecoración de guerra.

En aquellos días inolvidables en La Mesa, pasajes
que jamás podrán borrarse de mi memoria, recuerdo
como Ramirito era para todos un hermano más que jefe,
organizando juegos de béisbol en los tiempos libres,
orientándonos sobre pasajes de la insurrección;
aconsejándonos cómo protegernos en las rocas en
caso de un ataque aéreo súbito; cómo vigilar
y seguir en su ruta a los aviones de la tiranía, que con
frecuencia realizaban vuelos a ras de las lomas, tratando de
localizar el campamento. El ronroneo de sus motores nos
ponía siempre en estado de alerta.

El comandante Guevara permaneció varios
días en La Mesa, compartiendo las escaseces y
preocupaciones con todos, pero actuando más que hablando.
En la casa central del campamento radicaba el puesto de mando y a
un lado la cocina, en una amplia nave de construcción
rústica campesina, con uno o dos compartimentos que
hacían las veces de habitaciones. En una de ellas
había una colombina, bastante deteriorada y cubierta por
un colchón maltratado por el uso. En esa modesta cama
dormían el Che y Ramirito. Uno con la cabecera a un lado y
el otro al otro extremo. Sobre ellos, a una altura de poco
más de un metro, una hamaca con cabezales atados a dos
horcones. Ahí dormía yo.

Coincidía mi posición con la del Che. Pero
él no se acostaba a dormir de inmediato. Había
fijado un trozo de vela en una tablilla adosada a uno de los
travesaños, exactamente detrás y sobre é
comenzaba a arder. Yo me inclinaba en la hamaca y lo observaba
ensimismado en la lectura de un grueso libro que sostenía
firmemente en las manos. No sé cuánto tiempo
dedicaba a la lectura, pues el sueño me dominaba pensando
cómo era posible combinar su actitud abnegada de jefe
guerrillero y su incontenible deseo de enriquecer sus ya amplios
y variados conocimientos.

Días después, conversando con él,
me pidió que tan pronto regresara a La Habana – ya perece
que él lo había decidido – solo deseaba que le
enviara por los canales clandestinos cuanto libro sobre
economía podía conseguir. Entonces comprendí
lo que leía en las madrugadas silenciosas y por
qué, con el ejemplo, era el primer alumno de la
escuela.

Cumplí su misión gustosamente y como un
deber insoslayable. No supe nunca si los libros llegaron o no a
sus manos.

Años después cuando ya el Che era Ministro
de Industrias, tuve oportunidad nuevamente de establecer contacto
con él, pues yo cubría la información de ese
sector. Sus relaciones con la prensa eran cotidianas y
respetuosas. Enfundado siempre en su uniforme verde olivo,
atendían nuestras preguntas con su seriedad de siempre y
no muchas palabras. Yo diría que poseía como
característica personal, la síntesis expresiva, que
no significaba rehuir la inquisitoria periodística, ni
ocultar sus pensamientos.

Mi visita a la
radio rebelde en "Alto de Conrado"

Una soleada y fresca mañana, a causa del
vientecillo que pretendía cortar la ligera neblina que
aún flotaba sobre las lomas y el campamento de La Mesa,
recibí una agradable sorpresa; el arribo a la Comandancia
de Luis Orlando Rodríguez. Usaba un uniforme verde olivo,
bastante deteriorado ya por el uso y desgarrado en muchas partes
por las zarzas de los trillos montañosos. En sus hombreras
brillaba la estrella de Comandante, ganada no solo en sus
andanzas por la Sierra, sino por sus más de 30 años
de constante lucha revolucionaria.

Mostraba su actitud de siempre, de andar ligero,
resuelto, sonriente. Ya era el director de Radio Rebelde,
recién instalada en el Alto de Conrado, su primera
ubicación. Hacía apenas dos semanas, quizás
menos, que había efectuado su primera transmisión,
el 24 de febrero (13).

Luego de abrazarnos y recordar algunos episodios de la
etapa de violenta oposición batistiana en el diario "La
Calle", en sus modestos talleres de San José, me
invitó a visitar la emisora. Aún se hallaba, me
dijo, en período de experimentación y se esperaban
algunos equipos para reforzar su potencia y se instalaban otros
que acababa de traer Eduardo Fernández, luego Comandante y
presidente de la Asociación Nacional de Radio Aficionados
de Cuba.

Luis Orlando lo calificó así:

– Logramos que al campamento de La Mesa arribara la
planta conducida por varios compañeros, al frente de los
cuales estaba el que habría de ser después el alma
de la emisora, el que en todo momento luchó para impedir
de dejara de funcionar: el compañero Eduardo
Fernández, estoico, anónimo, sacrificado, que
mantuvo siempre la planta en el aire.

Y recuerda Luis Orlando:

– Con él, después, integraron el equipo de
la planta otros dos revolucionarios que habían dejado los
estudios de la emisora radial capitalina "Radio Mambí,
para incorporarse a las guerrillas de Fidel Y Che, en la Sierra.
Me refiero a los locutores Ricardo Martínez y Orestes
Valera.

Posteriormente Luis Orlando explicó cómo y
por qué surgió Radio Rebelde en Alto de
Conrado:

– ¿Cómo comenzó en medio del cerco,
en medio de la presión del ejército de la
dictadura, a cuajar y a realizarse la idea de Radio Rebelde, en
la Sierra Maestra? En ese hecho intervinieron factores diversos.
El primero, la organización del Movimiento 26 de Julio,
que era nacional y que permitía solicitar de este, como lo
hicimos, el envío de una planta de radio, de una planta
eléctrica y de las baterías necesarias para
establecer una emisora radial. Así lo comprendió
ese otro hermano de Fidel en la lucha, ese gran combatiente, el
comandante Guevara, jefe del campamento donde se
estableció la misma.

Luis Orlando precisa detalles:

Che Guevara, con una insistencia extraordinaria,
recabó del Movimiento el envío inmediato de la
emisora. Che se dirigió a todos los compañeros que
iban al llano, con igual solicitud, porque hacía falta un
órgano radial, para completar e impulsar la propaganda
revolucionaria, cuando ya se luchaba exitosamente, con las armas
en la mano, en las montañas de Oriente.

Acordada la visita a Alto de Conrado, comenzaron los
preparativos. El lugar era llamado así, porque el modesto
bohío donde se instaló la planta originalmente,
perteneció a un campesino con ese nombre, que
abandonó su finquita al iniciarse los bombardeos de la
aviación, así como por sobresalir en altura, el
terreno que ocupaba, del territorio circundante,
característica ideal para las transmisiones. Se
consiguieron algunos caballos y una fría mañana,
apenas rotas las sombras nocturnas, iniciamos la
marcha.

El viaje resultó dificultoso. Había que
bordear profundos precipicios y los trillos, en la mañana,
estaban siempre resbalosos, por el rocío de la madrugada.
Nos relataron como en el traslado de los equipos de la planta,
uno de los mulos se despeñó por un barranco con
toda la carga, obligando a un grupo de compañeros a bajar
al fondo de la cañada, para recuperar las
baterías.

El recorrido, para evitar accidentes, transcurrió
lentamente, sobre todo al tener en cuenta que uno de los jinetes
carecía de toda habilidad hípica. Hubo que dar
vueltas y más vueltas, en un subir y bajar los abundantes
lomeríos, a la par de la maleza exuberante, con las hojas
abrillantadas por el rocío mañanero. Tras una o dos
horas de viaje llegamos al fin a las rústicas
instalaciones de Radio Rebelde, hoy toda una leyenda.

Nadie podría imaginarse que en aquella modesta
casita de techo de zinc, funcionase la emisora que cada noche se
introducía en decenas de miles de hogares. La vivienda
disponía de dos compartimentos, ambos con piso de tierra.
Uno para ubicar los modestos equipos de la planta; el otro
fungía como dormitorio, almacén y no sé
cuantas cosas más. Existía un reducido estudio de
grabación y transmisión, junto a una pequeña
ventana, desde la que se podía observar todo un hermoso
paisaje. En las ramas de un árbol cercano, se instalaron
las antenas. En el exterior se ubicó un modesto
multígrafo, donde se imprimían circulares y se
editaba "El Cubano Libre", en homenaje al diario mambí que
existió, en las luchas independentistas del siglo
XIX.

Realicé algunos trabajos, para transmitir por la
emisora, que entregué a Luis Orlando. Éste me
prohibió que los leyera ante el micrófono, ya que
al regreso a la capital, mi voz que ya era conocida en el
ámbito radial, podría provocar duras represalias.
En definitiva permanecí unos días en el Alto de
Conrado y allí se estrecharon lazos de verdadera amistad y
confraternidad que nunca se han roto así como el recuerdo
imborrable de esa experiencia que guardo con gran orgullo
personal.

Para que se tenga, aunque sea una ligera idea, de los
riesgos que comportó el montaje de Radio Rebelde,
reproducimos testimonios tomados del libro "7-RR, la Historia de
Radio Rebelde" de la autoría del compañero Ricardo
Martínez, uno de sus fundadores:

Ricardo Fernández, jefe del Movimiento 26 de
Julio en Contramaestre:

– Yo tuve la planta en mi casa. Era peligroso su
traslado pues había mucho tráfico del
ejército en la carretera. Pero hicimos el traslado.
Entonces montamos la planta transmisora, la planta
eléctrica y la batería, en mi jeep. Eduardo estaba
ya en casa. Pero la única vía que teníamos
era la Carretera Central y había que pasar por el Cuartel
de Baire, que era un serio obstáculo. En el jeep
íbamos: unas muchachas; Barbarita, la mujer mía; el
juez suplente de Baire, Eduardo, Edilberto del Río y yo.
Las mujeres iban sentadas encina de los equipos que había
puesto en la parte de atrás del carro y entonces
mandé a que los taparan con aquellas faldas anchas que
usaban para esas maniobras. Y así fue como salimos de
Contramaestre con todos los equipos para la Sierra.

Eduardo Fernández relata sobre aquella arriesgada
tarea:

"Nos dirigimos a Gallardo, un lugar que está a
unos kilómetros de la Carretera Central, después de
Santa Rita. Cuando llegamos a ese punto, donde vivía la
abuela de Ciro del Río, Ricardo Fernández me
ayudó a bajar los equipos. Allí me encontré
con unos compañeros que había enviado Ciro para
hacer contacto conmigo, quienes me informaron que ya él
tenía la noticia y que había ido donde estaba el
Che para buscar los refuerzos que ayudarían a subir los
equipos.

Nos quedamos cerca de la casa de la abuela de Ciro,
metidos en un montecito, y por la noche decidimos salir de
allí con la planta de radio, no fuera que, tan cerca de la
Carretera Central, nos sorprendiera el ejército. Fuimos
cinco compañeros los que llevamos los equipos al hombro,
atravesando potreros. Recuerdo que la planta pesaba
enormemente.

En el trayecto nos alcanzó un contacto que nos
comunicó que Ciro ya estaba en Los Diablos, con toda la
gente. Los Diablos era una finca que hay ya en la Sierra, antes
de Oro de Guisa. Y le mandamos a decir que íbamos a hacer
escala en Majagualón, donde los esperaríamos.
Cuando llegamos a Majagualón nos metimos en un cafetal y
allí permanecimos ocultos con el equipo. Recuerdo que en
ese lugar amaneció, pasamos todo el día y nos
cogió la noche. Por la madrugada llegó Ciro con la
gente para seguir viaje con los equipos. El grupo lo encabezaba
el teniente "Chino" Figueroa, al mando de 15 hombres armados.
Allí pudimos conseguir un mulo para cargar la
planta"

Eduardo continúa rememorando:

"Habíamos instalado la planta en casa de un
campesino, que estaba abandonada. La casa se hallaba situada un
poco más bajo del Alto de Conrado y como estábamos
cerca de la loma, no había condiciones para poner la
antena, por lo que inicialmente la coloqué entre dos
árboles. El equipo de transmisión lo pusimos en la
sala de la casa y la planta eléctrica la bajamos para
situarla debajo del árbol. A Luis Orlando se le
nombró director de Radio Rebelde y del periódico
"El Cubano Libre", por lo que también se llevó el
mimeógrafo para aquel bohío. Contábamos
allí con un pequeño plato tocadiscos que yo traje
con los equipos y un disco del Himno Invasor. Nosotros iniciamos
la primera transmisión abriendo con el Himno Invasor,
porque hasta mucho después no tuvimos el del 26 de
Julio".

Los primeros de
RR

Orestes Valera y Ricardo Martínez fueron los
primeros locutores de la radio Rebelde, en Alto de Conrado,
próximo al campamento del Che, en Pata de la Mesa. Por
ello el testimonio de ambos es de gran valor a los efectos de
estos recuerdos no olvidados.

Años después de aquel episodio, a nuestra
solicitud, Orestes rememora:

"Nosotros recordamos, recordamos después del
llamamiento que se hizo desde la Sierra Maestra, invitando a los
periodistas cubanos a visitar la zona de operaciones, que
constituyó para nosotros una gran alegría recibir
al primer periodista cubano que se atrevió a destruir la
prohibición que la tiranía había impuesto a
los compañeros de la prensa, tratando de impedirles el
acceso a la Sierra Maestra. Pocos días después de
la primera transmisión de Radio Rebelde, vimos llegar al
compañero Quintana, primer periodista cubano, de
extraordinario prestigio y ampliamente conocido en nuestro sector
por su larga trayectoria en el periodismo, que se había
arriesgado, por decirlo así, llegar hasta la Sierra
Maestra con la perspectiva de informar al pueblo, rompiendo la
censura que imponía la tiranía a los medios masivos
de comunicación y brindar una idea sobre la
situación del Ejército Rebelde en la Sierra
Maestra. Repito que fue una gran satisfacción el encuentro
con él, que recordamos llegó acompañado del
entonces director de Radio Rebelde, Luís Orlando
Rodríguez y permaneció varios días con
nosotros. Y si mal no recuerdo, con la disposición de
ayudar a la redacción de algunos materiales para
transmitir desde nuestra emisora".

Ricardo interviene:

"La visita del compañero Quintana a la Sierra,
según yo lo recuerdo, tuvo además de los aspectos
señalados por Orestes, otro significado muy interesante,
tomando en cuenta las condiciones en que nos encontrábamos
allí. Nosotros, tanto Orestes como yo, procedíamos
de La Habana. Habíamos trabajado precisamente en el mismo
sector radial en que laboraba Quintana en esos momentos, y aunque
no nos conocíamos de entonces, en aquellos días
surgió una cordial y sincera amistad entre nosotros. Y
además, recibimos con todo ese interés de conocer
de boca de é, noticias relacionadas con la capital, de
donde habíamos salido hacia la Sierra; y Quintana nos
suministró toda aquella información relacionada con
el desarrollo de la lucha clandestina en la ciudad y el ambiente
revolucionario que existía en las zonas urbanas. Ello nos
sirvió de gran estímulo, pues en la soledad de las
montañas, lejos de toda comunicación con la
población, después de muchos meses en la Sierra, su
información resultó realmente importante para
nosotros".

Orestes agrega:

"Es por eso precisamente que destaco la alegría
que nos proporcionó la presencia de Quintana en la Radio
Rebelde. Y es que nosotros habíamos recibido a otros
periodistas, pero extranjeros todos. Increíblemente a la
Sierra habían llegado numerosos periodistas de distintos
órganos de prensa, de diferentes continentes, pero no
había llegado todavía, como periodista propiamente,
ningún cubano".

En relación con la edición de "El Cubano
Libre", otra de las tareas encomendadas por el Che a los que
trabajaban en la emisora, Orestes recuerda:

"Ya El Cubano Libre se venía editando desde
hacía algunos meses. Ricardo y yo nos hicimos cargo de esa
tarea conjuntamente con las transmisiones de Radio Rebelde, a
partir de febrero del 58. Allí disponíamos, tanto
para preparar la programación de la radio, como para la
trascripción de los materiales, de una vieja, realmente
viejísima, máquina de escribir, pero que funcionaba
maravillosamente. Este periódico, cuyo acceso a las masas
era muy limitado, por su difícil distribución en el
llano, resultaba un complemento de la Radio Rebelde, aunque las
informaciones principales, y sobre todo las relacionadas con las
acciones militares y otros artículos y comentarios
escritos por el Che y otros compañeros, se
transmitían a través de la emisora. Sin embargo en
El Cubano Libre aparecían distintas secciones, muy
variadas, que de verdad hacían agradable su lectura. Solo
contaba con algunas páginas, y aún en aquellos
tiempos iniciales, las transmisiones eran muy limitadas, pues no
pasaban de 15 o 20 minutos. Y en el periódico se
podían acumular más materiales y hasta dibujos y
caricaturas que confeccionaba Eduardo, viejo aficionada a la
pintura, pese a que la tirada la hacíamos en un
rudimentario mimeógrafo. El Che le pedía a veces a
Ricardo filigranas, a veces bastante complejas y
difíciles, porque carecíamos de los materiales
indispensables. Yo creo que Ricardo podría hablarnos algo
sobre esto, que creo es interesante y muy poco
conocido"

Ricardo relata al respecto:

"Lo que más recuerdo de esa etapa son los dibujos
que hacer para el periódico, lo cual se lograba perforando
los esténciles, pero un día al Che se le
ocurrió cambiar determinados aspectos del formato de El
Cubano Libre. Éste quería que fuera lo más
parecido posible al que editaron los mambises en el siglo pasado,
y no sé como lo obtuvo, pero trajo de algún museo
un ejemplar de la edición mambisa original y me lo
entregó. Yo traté, basándome en el titular
de ese ejemplar de cumplir la difícil misión, pues
además El Cubano Libre Mambí era de mucha
más calidad que el nuestro, incluso tirado en imprenta. No
creo que quedó del todo bien, pero se logró el
objetivo con el Escudo de Cuba y la consigna Libertad o Muerte,
en lugar de Independencia o Muerte, que era el lema del
periódico de 1868. Esto es algo que no se había
referido nunca. Por otro lado, hay que destacar la permanente
preocupación del Comandante Guevara porque no fallaran las
transmisiones de radio, ni faltara el papel, tinta y otros
materiales para imprimir nuestro diario. Todo ello tenía
que transportarse a través de las líneas enemigas,
luego de obtenerlos en las ciudades más próximas a
la Sierra.

Ya en plan de rememorar a la distancia de más de
un cuarto de siglo, Ricardo se refiere a un episodio curioso
relacionado con el Che:

"Realmente hay muchas anécdotas que tienen que
ver con las relaciones que nosotros sostuvimos con el Che. Ya
decía de su constante preocupación por todo lo
relacionado con la propaganda de las ideas revolucionarias y la
lucha guerrillera. Pero ahora recuerdo algo que relato por
primera vez. Che poseía una pipa que nunca utilizaba para
fumar. El tenía otra para esos fines. Esa pipa la llevaba
siempre encima como una especie de souvenir. Pero un día
me confió una nueva tarea; que grabara en la pipa, con una
cuchilla, el nombre de cada donde se había desarrollado un
combate, o una emboscada, en la cual él hubiera
participado. Así lo hice durante meses. Pero llegó
el momento en que tuve que decirle; mire Che, es que ya no hay
espacio donde poner un nombre más…."

– ¿Y se conoce a donde fue a parar esa pipa? –
pregunté.

"Realmente no lo sé…Incluso después
que nosotros nos separamos del Che, cuando la emisora se
trasladó hacia la Comandancia de Fidel, en La Plata, no
tuvimos más relación con él. Si me consta
que Che la guardaba con gran cariño, no sé por
qué razón. Ojalá aparezca algún
día, pues es realmente una pieza de museo."

Ricardo señala un hecho
histórico:

  • La primera vez que el Comandante en Jefe
    visitó la Radio Rebelde es a raíz del
    revés de la huelga de abril de 1958. A los pocos
    días llegó Fidel a la emisora, cuando se
    encontraba con nosotros el periodista argentino Ricardo
    Massetti, que hizo sendas entrevistas a Fidel y al Che. El
    motivo de la visita era brindar una información
    dirigida a nuestro pueblo con el objetivo de explicar de las
    últimas acciones victoriosas de nuestras tropas y
    tratar de levantar el ánimo de la población
    luego del fracaso de la huelga y la sangrienta
    represión desatada por las fuerzas represivas del
    régimen.

Surge entonces por nuestra parte una
pregunta:

– Ustedes, además de sus funciones como los
primeros locutores de la Radio Rebelde, según se recoge en
el libro de Ricardo sobre la historia de la emisora
insurreccional, participaron en acciones de la guerrilla. Pero
ello, ¿fue antes o después de salir al aire la
emisora?

– Inicialmente cuando Orestes y yo nos incorporamos a la
Columna 1, en 1957, ni remotamente podíamos pensar en
emisoras de radio en aquellas condiciones, en que la guerrilla
estaba en desarrollo e incluso no teníamos un campamento
fijo para pernoctar, como lo tuvimos después.
Estábamos en constante movimiento, en la fase
nómada de la guerrilla, como decía el Che. En esa
época éramos combatientes guerrilleros y
participamos en distintos combates y pasamos por todo el rigor de
la lucha. Al siguiente año, cuando se crearon las
condiciones y Eduardo Fernández trajo la emisora, se nos
sacó de la guerrilla para trabajar en la misma dada
nuestra experiencia como locutores. Pero esto no implicaba que
cambiáramos de condición. No pasábamos de un
tipo de guerrillero a otro. Seguíamos siendo combatientes,
y posteriormente tuvimos que seguir participando en los combates,
pero ya en funciones de locutores; demandar de los soldados de la
tiranía su rendición y hablarles de su
difícil situación cuando estaban cercados por las
tropas rebeldes. Pero nunca pensamos que era una condición
distinta y seguíamos siendo combatientes
guerrilleros.

Orestes Valera, recuerda:

– Por aquellos días anteriores a la huelga de
abril, Fidel emplazó a través de Radio Rebelde a la
prensa nacional para que concurriese, por medio de sus
representantes, al escenario de la lucha en la Sierra Maestra,
como lo hacían los periodistas extranjeros. Por supuesto,
el régimen negó la autorización a la prensa
cubana para visitar el campo de operaciones y conocer la actitud
del Movimiento 26 de Julio.

Ese llamamiento estaba contenido en un editorial de
Radio Rebelde, que expresaba:

– Venid periodistas cubanos a los campamentos de la
Revolución y veréis a un Ejército Rebelde y
a una población civil de millares de almas, recibir los
beneficios del régimen democrático de derecho,
justicia y libertad. Y como normas jurídicas, penales y
civiles, tutelan la conducta en las regiones ocupadas. Y que la
urgencia de la tarea militar no impide al combatiente cuidar la
función civil, como meta del esfuerzo revolucionario. Y
junto a la Revolución, esperanza de la patria,
también veréis, en el espectáculo mismo de
la Sierra, el luto y la ruina, la represión y el crimen,
como huellas ominosas e imborrables que, en las familias y
hogares campesinos, deja la impiadosa tiranía.

Por aquella fecha, estando yo aún en La Mesa,
arribó una joven campesina, agraciada, menuda, despierta,
con gran disposición para cooperar en lo que hiciera
falta. Procedía de la zona de Sevilla Arriba, en Niquero.
Era Olga Guevara.

Como ella misma rememora:

– Nosotros vivíamos en una zona de los
alrededores de donde se produjo el desembarco del Granma. A mi
hermano, después del desembarco, lo hicieron prisionero y
lo torturaron durante siete días. Después lo
asesinaron junto con otros 32 campesinos. Enterrados todos juntos
casi a flor de tierra, sus cuerpos fueron devorados por los
perros jíbaros. Cuando asesinaron a mi hermano, uno que se
salvó, me dijo que saliera de allí, porque me
habían delatado. Inmediatamente salí para Palma
Soriano y allí estuve trabajando con el Movimiento hasta
que se decidió mi traslado a la Sierra.

Olga, quien pronto conquistó el grado de primer
teniente por su ejemplar actitud y espíritu combativo
fungió primero como cocinera en La Mesa, maestro de los
rebeldes, locutora de Radio Rebelde y siempre abnegada
guerrillera. La recuerdo con gran admiración, aunque nunca
volví a verla

El
regreso

Según avanzaron los días de mi estancia en
el campamento de La Mesa, se hacía más
difícil poder establecer contacto con Fidel, que se
hallaba en movimiento operacional por toda la zona, organizando
la resistencia a la inminente gran ofensiva del ejército
de la tiranía.

Incluso cuando ya creíamos que la oportunidad
podía propiciarse, escuchamos a través del propio
noticiero del Circuito Nacional Cubano, que la dictadura
había restablecido la censura de prensa- tanto radial,
televisiva como impresa- sin límite de tiempo. La censura
significaba la imposibilidad de transmitir la entrevista con
Fidel, aún en caso de que pudiera realizarse. Discutimos
el asunto con Ramirito y otros compañeros, incluido los
preparativos de la huelga general a realizarse para los primeros
días de abril. El mes de marzo ya estaba finalizando. Las
carreteras comenzaban a ser bloqueadas por los grupos
clandestinos del Movimiento, con actos de sabotaje, incendios de
ómnibus y camiones y tiroteos a aquellos vehículos
que desobedecían la orden de no circular por las mismas
Incluyendo además las propias medidas que tomaban
habitualmente las fuerzas represivas. Pronto sería
imposible transitar por la Carretera Central. Por lo que tras
numerosas discusiones se llegó a la conclusión de
que yo debía regresar a La Habana, antes de que fuera
demasiado tarde. Traté de argumentar en espera de
algún hecho que propiciara la entrevista, pero al fin tuve
que acceder. Era ya más bien una orden.

Luego de los preparativos y de la coordinación de
los necesarios enlaces, iniciamos una mañana muy temprano,
para aprovechar la luz del día, el descenso por las lomas.
Dadas las precauciones adoptadas y la seguridad de los
días, el viaje se realizó sin grandes
contratiempos.

Ya en Santiago de Cuba, volví al palacete de
Vista Alegre, punto de partida hacía poco más de un
mes, donde ya nos esperaban, incluso con el plan prevista de
salida hacia La Habana. Una tarde soleada, me encontraba en el
interior del ómnibus interprovincial rumbo a la capital.
Era ya en los primeros días de abril de 1958, y solo se
hablaba de la huelga general proyectada para el día 9. Los
nervios estaban en tensión. No sabíamos, aunque nos
lo imaginábamos, las dificultades que podíamos
encontrar en el retorno. Los compañeros del Movimiento 26
de Julio en Santiago, no me dejaron traer fotografías, ni
documento, alguno que pudiera poner en riesgo mi seguridad
personal Estos quedaron en el campamento. Desafortunadamente
nunca los recibí, lo que siempre lamentaré.
Regresaba molesto por el fracaso de mi misión
periodística, pero no defraudado. Había vivido y
disfrutado de una de las etapas más emocionantes e
instructivas en mi larga trayectoria profesional.

En varias ocasiones el ómnibus tuvo que detenerse
ante retenes de los militares, quienes hacían bajar a los
pasajeros, revisaban documentos y algunos equipajes, aunque
ciertamente reflejando en sus rostros el temor que los dominaba,
tratando de regir cualquier enfrentamiento o situación
violenta. No pretendí ocultarme nunca de regreso en la
capital. Creí que lo mejor era proceder como si realmente
hubiera llegado de Nueva York, ciudad que no he visitado nunca.
Mi piel tostada por el sol oriental, no dejo de crear algunas
sonrisas, en los compañeros.

Volví a mi hogar, avisé por
teléfono a la emisora de mi regreso y al día
siguiente me reintegré a mis labores habituales. Nunca me
molestaron las autoridades de entonces, ni me llamaron a
interrogatorio alguno. Evidentemente los compañeros del 26
habían trabajado eficientemente en la labor de
encubrimiento.

En La Habana el tema de conversación principal
era el de la proyectada huelga general, proyectada para iniciarse
el 9 de abril. La emisora CNC Reloj de Cuba, debía ser
parte modesta de esos planes…pero es otra
historia.

El 9 de abril: un
disco subversivo

Esta breve conversación se produjo alrededor de
las 10 de la mañana o poco después con el
compañero Paquito Villalta. Militante del Movimiento 26 de
Julio y operador de audio de la emisora Circuito Nacional Cubano,
en la que yo laboraba como director de los noticieros, el 9 de
abril de 1958

– Quintana, tengo que comunicarte algo muy importante y
cuento con tu ayuda para cumplir la misión que me ha
encomendado el Movimiento 26 de Julio, ¿estás
dispuesto a colaborar con todos los riesgos que pueda
representar?

– Habla. Si es una acción del 26 cuenta
conmigo.

– Tengo la misión de poner en el aire un disco
con un llamamiento a la huelga general, hoy, a las 11 de la
mañana. La exhortación al pueblo es precedida por
la pieza musical "Marcelino pan y vino" que tu conoces. Eso me
dará tiempo a cerrar la cabina, desaparecer la llave y
marcharme. El resto corre de tu cuenta.

– ¿Y Eddy Martin que es el locutor de
cabina?

– Está de acuerdo y se marchará conmigo.
Ya sabes, cuando sean las 11 en punto y oigas los compases
musicales, ya sabes que detrás viene el llamamiento a la
huelga y Eddy y yo nos marchamos, ¿convenido?

– Convenido.

Ante esa eventualidad me tracé un plan para
tratar de despistar a la policía de la dictadura. Yo
simularía un asalto a la emisora, entonces ubicada en el
sótano del edificio de dos plantas sito en la calle O
entre 23 y Humboldt, Vedado.

Efectivamente, tal como fue planeado, a las once la
mañana Paquito colocó el disco, cerró la
cabina con llave y junto con Eddy Martín, salieron
precipitadamente de la emisora, haciéndome ambos un ligero
saludo con la mano.

Alrededor de unos segundos estuvo en el aire la
música señalada y a continuación, en la
vibrante voz del compañero Wilfredo Rodríguez
Cárdenas, se escuchaba el siguiente llamamiento a la
huelga general contra la tiranía de Batista:

Atención
cubanos…!¡Atención cubanos…! ¡Es
el 26 de Julio llamando a la huelga general revolucionaria. Hoy
es el día de la libertad: el día de la huelga
general revolucionaria.

¡Adelante cubanos…! Desde este momento
comienza en toda Cuba la lucha final, que solo terminara con el
derrocamiento de la dictadura.

¡Obreros…estudiantes…profesionales….patronos…a
la huelga general desde este momento….!
Soldados…policías…marinos…a luchar
junto al pueblo, a conquistar la libertad!

¡Pueblo, a la calle! Lanza cocteles molotov,
obstruye el tránsito, celebra mítines
relámpago.

¡A la huelga general desde este
momento!¡Seis años de lucha culminan ya en
victoria!¡A la calle pueblo de Cuba, a conquistar la
libertad!

Cuando el monitor interno de la emisora comenzó a
reproducir el histórico llamado a la rebeldía
popular, que ya estaba llegando a todo el país por la
cadena nacional de la planta y sus repetidores provinciales, se
produjo entre los empleados una tremenda agitación y una
inquietud muy lógica, pues ignoraban lo que estaba
pasando.

Habían observado además con evidente
sorpresa, segundos antes, la salida precipitada de Paquito
Villalta y Eddy Martín con rumbo a la calle.
Inmediatamente reuní al personal y les comuniqué lo
que debían informar a la policía que no
tardaría mucho.

– Es preciso para el bien de todos y para salvar a
Paquito y Eddy – les dije – que todos coincidan en afirmar que 3
o 4 jóvenes, desconocidos para nosotros y armados, se
presentaron aquí. Mientras uno amenazaba con una pistola
ametralladora a cuantos se hallaban en el lobby. Los otros
pasaron al interior a poner el disco.

– ¿Y si preguntasen por Paquito y Eddy que
decimos? – preguntó la recepcionista Teresita
González.

– Digan que se los llevaron con ellos secuestrados,
cuando se retiraron. ¡No puede haber contradicciones!,
¿estamos?

Poco después llegó Sotolongo, jefe de
Publicidad y Programación de la emisora y junto con otros
empleados, se dirigió al control maestro para retirar el
disco que seguía lanzando al éter su mensaje. Pero
la cabina estaba cerrada.

– ¿Quién tiene la llave?- gritó en
medio de un gran revuelo.

– Parece que se la llevaron los asaltantes – dijo
uno.

– Yo creo que la tiraron por ahí – apuntó
otro.

Búsqueda inútil. Y en tanto el llamamiento
seguía difundiéndose por toda la isla.

Al fin se decidió romper la cerradura y se detuvo
la transmisión. La misión dispuesta por el 26 de
Julio se había cumplido.

No habían transcurrido 15 o 20 minutos cuando
irrumpió en la emisora, con cara hosca, gestos violentos y
agitando una fusta en la mano derecha, el capitán
Peñate, jefe de la Novena Estación de
Policía y subordinado directo al connotado asesino,
coronel Esteban Ventura Novo. Lo escoltaban un sargento y varios
uniformados portando ametralladoras.

– ¿Quién es aquí el responsable?-
gritaba con voz alterada el jefe policiaco.

– Soy yo, capitán. El director de los noticieros-
le respondí.

¿Dónde están los que hablaron por
aquí llamando a la huelga?

– Se marcharon enseguida que pusieron el disco. Eran
varios jóvenes, a los que no conozco, que portaban
pistolas y amenazaron a los empleados. Puede usted preguntar a
los compañeros que se encontraban aquí en ese
momento.

– Y el operador y el locutor, ¿que hicieron y
dónde están?

– Se los llevaron con ellos, al parecer bajo amenaza de
sus armas. No sabemos que han hecho con ellos.

Todos los presentes asintieron sin
vacilación.

No estoy seguro si aquel oficial policiaco de larga
trayectoria criminal, creyó o no mi relato. No puedo
precisar a cuantos argumentos apelamos, tratando todos de
mantenernos lo más serenos posibles. Pero alfil
pareció aceptar nuestra versión y se retiró
mascullando maldiciones junto con su escolta de
uniformados.

Como la situación de Paquito era la más
comprometida recibió la orden de ir al exilio y
marchó a Venezuela.

Pero dejemos que sea el propio Paco Villalta quien nos
relate sus angustias de aquellos días.

"Mis primeros pasos en el proceso insurreccional fueron
en la Triple A (grupo de acción de tendencia
auténtica que respondía al ex presidente Carlos
Prío Socarrás, derrocado por Batista. N. del E.),
en el empeño de contribuir a organizar al personal de la
radio en las actividades contra la tiranía de Batista. Al
surgir el Movimiento 26 de Julio pasé a sus filas y me
dispuse a organizar con Armando León Acosta, una
célula en la emisora Circuito Nacional Cubano, de cuyos
noticieros tú eras, Quintana, el director. En Radio Cadena
Habana organizamos otra célula más
pequeña.

Ya en lo que se refiere a los preparativos para la
huelga revolucionaria del 9 de abril de 1958, celebramos
numerosas reuniones. Yo actuaba directamente con Sergio
González, El Curita, Manif, Calzadilla, Montenegro,
Astiazarraín y otros compañeros.

Al ser asesinado El Curita y caer presos todos los
compañeros de nuestra célula, yo trabajaba
directamente con Wilfredo Rodríguez Cárdenas, de la
Dirección Nacional del Movimiento y nos reunimos en
distintas ocasiones en el edificio de 23 y N, en el Vedado, donde
existe un banco.

El 8 de abril nos reunimos nuevamente en la Cibeles,
para conocer la hora en que debía iniciarse la huelga, ya
señalada para el día 9 de abril. En horas de la
noche, ya en la víspera, me llamaron, me llevaron el disco
con la arenga al pueblo en la voz de Wilfredo y me dijeron que
debía lanzarse al aire por el Circuito Nacional Cubano a
las 11 en punto de la mañana de ese día.
Llevé el disco para mi casa y como yo abría a las 5
de la mañana las transmisiones, lo llevé conmigo y
lo oculté en un testero de la cabina, En un chequeo que
hice, pude percatarme que en el parqueo aledaño a la
planta, estaba parqueado un carro del Servicio de la Inteligencia
Militar *SIM (de la dictadura. Y en el piso superior
habían situado un policía, en las oficinas de un
personero del gobierno: Rafael Díaz Balart.
Estábamos pues cercados y era necesario extremar las
precauciones".

Paquito Villalta continúa su relato:

"El locutor de guardia era Eddy Martin que ya estaba
avisado. Le informé que ya tenía en mi poner el
disco. Faltaban algunos minutos para las once y me dijo de ir a
verte. Y entonces discutimos contigo lo que iba a hacerse y en
que forma, para garantizar el éxito de la acción.
Le dije a Eddy que tan pronto yo me dispusiera a hacer el cambio
de programa, el situara su carro frente a la emisora en la calle
O, con el motor encendido… Te digo que la tensión era
violenta. Él bajó y me esperó en el
carro".

Y arenga:

"Pero siempre ocurre lo imprevisto. En el mismo momento
de colocar el disco en el plato, entró en la cabina
inesperadamente otro operador de la planta, al que
llamábamos el chino Wong. Le dije el pro que estaba
allí si no era su turno. Y me respondió que estaba
descansando. Entonces lo agarré por el brazo para
llevármelo conmigo para que no se frustrara la
acción. Previamente, con la idea de que no se pudiera
abrir la puerta de la cabina con la llave maestra que estaba en
la recepción, corté la cabeza a varios
fósforos y los introduje en la cerradura. Eran las 11 en
punto, puse el disco y salí corriendo con Wong de la mano
y me introduje en el auto de Eddy y partimos a gran velocidad. En
el radio del carro oímos la primera parte de la arenga. Yo
me bajé en San Rafael e Infanta y Eddy Martín y
Wong siguieron viaje".

– ¿Conocías Paquito de algunos planes a
desarrollar, posteriores a la transmisión del
disco?

"Sí, teníamos orientaciones de que los
compañeros del Movimiento iban a asaltar varias estaciones
de policía, tomar a los guardias de rehenes y ocupar las
armas disponibles para dirigirse a la Habana Vieja donde se
proyectaba una operación".

Y continúa su relato:

"De la Calzada de Infanta me encaminé a la
Tercera Estación de policía, en Dragones y Zulueta,
pero no vi. movimiento alguno de los revolucionarios y si a un
grupo de esbirros de salían vestidos de civil y tripularon
varios autos en zafarrancho de combate. No se producía
acción alguna en esa hora 0- Me sentí un tanto
defraudado, pues ignoraba las causas y lo que estaba ocurriendo.
Di veinte vueltas por La Habana y no veían acción
alguna revolucionaria, ni a los compañeros del 26,
comprometidos. Después me enteré que Wilfredo y
otros compañeros habían sido detenidos. Me
refugié en casa de un amigo, Aurelio Rubí, que me
había ofrecido su casa como refugio en caso de necesidad.
En ella permanecí hasta el día 19 de abril, en que
me trasladé a la Embajada del Paraguay, en calidad de
exilado, por gestiones del doctor Manolo Fernández
Sarzana. De Radio Cadena Habana".

– No era esa embajada la más idónea para
asilar aun revolucionario- le interrumpí.

"Cierto – me respondió – pero era lo único
que tenía. En tanto mi casa fue registrada en
múltiples ocasiones por las gentes del criminal coronel
Esteban Ventura y mi esposa e hija, hostigadas día y
noche, obligándolas a pernoctar en casas de amigos y
parientes. Hay algo curioso que quiero contarte para que se
comprenda la actuación de los politiqueros de
entonces.

Polita, una sobrina del ex presidente Ramón Grau
San Martín, trató de ayuda a mi esposa, utilizando
la influencia de su tío. Sin embargo, poco después
la propia Polita le dijo a mi esposa:

– No te preocupes de mi tío, ni esperes nada de
él. Es un farsante y te quiere usar para sus rejuegos
políticos"

Posteriormente Paquito, comprendió que marchar a
Paraguay era dejar una tiranía para entrar en otra,
entonces regido ese país por el dictador Strossner,
logró asilarse en la embajada de Venezuela, donde
después de otras tantas dificultades económicas,
logró que se le unieran su esposa e hija. Ya triunfante la
Revolución arribó a Cuba, junto con otros
compañeros, gracias a gestiones del doctor Alvarado, que
tenía vínculos con un piloto de una empresa
privada.

En cuanto a la odisea vivida por Eddy Martín,
otro de los principales protagonistas del hecho que relatamos,
este rememora:

"Preparando la fuga, yo salí antes de la emisora
y sitúa el carro mío, que lo tenía en el
parqueo contiguo, frente a la planta en la calle 0. Cuando se
puso el disco salimos Paquito y yo con rumbo a mi auto.
Allí estaba sentado ya el compañero Ruiz, conocido
como el chino Wong y que debía sustituir a Paquito en el
próximo turno".

– ¿Tenías algo previsto para ocultarte en
caso necesario? – le pregunté.

– En lo absoluto. Nada estaba previsto. Dejé el
carro en un garaje, donde yo generalmente lo reparaba y le
pedí al empleado me lo guardara por varios días.
Durante dos días y sus noches permanecí en casas de
algunos familiares, cambiando continuamente de un lugar a otro,
pues me habían informado que agentes del Buró de
Investigaciones, nos buscaban a Paquito y a mí como
responsables de la acción. Es bueno admitir que la
mayoría de los amigos a los que acudí, temerosos,
cooperaban de momento, pero luego empezaban a oponer
dificultades…"

– ¿No hubo posibilidades de asilarte en una
embajada?

– Dos días después, carente de todo
contacto, acudí a ver a Rubén Rodríguez,
cronista y narrador deportivo, quien me ofreció de
inmediato su casa. Allí tuve refugio tranquilizador Esa
actitud de Rubén se la agradecí siempre. Respecto a
tu pregunta, Quintana, si, se realizaron algunas gestiones para
asilarme. Santiestebam el locutor, al que llamamos cordialmente
"El Guajiro", se prestó a ello, pero sin
resultado.

-En definitiva, ¿Cómo caíste en
manos de la policía?

– La situación se me hacía insostenible.
Mi esposa embarazada, temiendo represalias contra ella, la
oculté en casa de unos parientes. Posteriormente se me
acercaron familiares y amigos que me hicieron ver que en
cualquier momento se podían detener los esbirros del
Buró de Investigaciones o del SIM, y no se podía
prever lo que ocurriría. Me garantizaron contactos
oficiales que tenían, de que si me presentaba, al menos me
garantizaban no recibir golpizas ni torturas. Al principio me
opuse reiteradamente. Pero al final, sin los contactos necesarios
tuve que transigir. Me llevaron el Buró de Investigaciones
y posteriormente ala Octava y Novena Estación de
Policía, feudo de Esteban Ventura. Debo reconocer que no
resulté víctima de malos tratos, aunque si de
insultos.

– Y del juicio, ¿qué puedes
decirnos?

– Luego de ser interrogado personalmente por Ventura,
teniendo a mis espaldas a su cohorte de asesinos, éste
mandó levantar un acta y remitirme al Castillo del
Príncipe. Allí permanecí más de dos
meses en espera del juicio.

Al renunciar al abogado defensor que se me
asignó, observó sentado entre los abogados al
doctor Sergio Velásquez, a quien valoró
además como periodista de reconocido prestigio y en quien
depositó su confianza.

Y sin consultar con él, redijo a los
magistrados:

– Me defenderá entonces el doctor José
Ignacio Velásquez, aquí presente en la
sala.

Éste acercándoseme me dijo:

– Eddy pero si yo no conozco nada de tu caso.

No importa – le respondí – escucha mi
declaración y actúa en consecuencia.

Y agrega:

– Y así fue. Él resultó testigo de
la versión reiterada que ofrecí. Efectivamente, el
tribunal luego de deliberar acordó mi absolución
por falta de pruebas. Eso es todo, Quintana. Resta es la historia
verdadera de aquel episodio en cuanto a mi juicio.

En definitiva por falta de coordinación y algunas
órdenes contradictorias o mal entendidas, la huelga
general del 9 de abril no logró sus objetivos
fundamentales, aunque si representó un duro golpe para la
tiranía, al mismo tiempo que una dolorosa lección
para los revolucionarios que sufrieron sensibles bajas de
valiosos y heroicos combatientes.

Pero el análisis de esta acción, que tuvo
significativa repercusión en toda la isla, no corresponde
al autor de estas memorias.

Como burlamos a
la censura

Transcurrían los meses finales de la dictadura.
Las acciones victoriosas del Ejército Rebelde y el clima
general de una nación en rebeldía creciente
llevaron a la dictadura a incrementar aún más la
represión y hacer más férrea la censura de
prensa.

Un delegado del Ministro de Gobernación se
ubicó en cada emisora de radio, periódico o planta
de televisión, con la misión de revisar cada
noticia minuciosamente para evitar "infiltraciones subversivas".
Y por las dudas, a veces eliminaban noticias intrascendentes en
cambio, dejaban pasar otras, más o menos hábilmente
disfrazadas.

Por el hecho de que la emisora Circuito Nacional Cubano,
conocida cono CNC Reloj de Cuba, de alcance nacional, fuese
propiedad del doctor Antonio Pérez Benitoa, ex yerno de
Batista, e hijo y sobrino de dos de las figuras más
estrechamente ligadas al régimen, no lo excluyeron de la
presencia odiosa del censor.

Como director de los noticieros, yo sabía que era
muy difícil pasar noticia alguita de las que el gobierno
calificaba como subversivas. Estallaban bombas y petardos en toda
la isla, se producían constantes sabotaje, al servicio
eléctrico, se quemaban puentes y sobre todo,
aparecían los cuerpos de cientos de asesinados,
particularmente jóvenes, algunos casi niños, que el
pueblo conocía por comentarios y rumores, que en Cuba se
denominaban popularmente como "radio-bemba", que luego no
podía ver reflejados en los diarios o en los noticieros de
radio y televisión, lo que creaba más temor e
incertidumbre.

Un día recibimos en la redacción un
telegrama de uno de nuestros corresponsales en el interior del
país, redactado en estos términos:

"Anoche estallaron en esta localidad dos cocinas de
kerosén, causando heridas a tres personas. Las autoridades
investigan".

Al otro día llegó otro del mismo ingenioso
remitente:

"En horas de la madrugada explotaron en la calle Maceo
de esta localidad, dos cocinas de alcohol que causaron lesiones
menos grave a cuatro transeúntes"

Ya el tercer telegrama nos puso sobre aviso y alfil
dimos en la clave: aquel corresponsal- que lamentamos no recordar
su nombre para rendirle homenaje por su ingeniosidad- estaba
reportando explosiones, pero no de cocinas, sino de bombas y
petardos, estratagema con la cual logró burlar incluso a
los empleados del telégrafo. Y de inmediato comenzamos a
transmitir informaciones sobre explosiones de cocinas de
kerosén, de alcohol, de luz brillante…Era una
verdadera epidemia de explosiones en toda Cuba.

Antes de la semana, los demás corresponsales
copiaron aquella estratagema y CNC Reloj de Cuba, informaba a
toda Cuba de la magnitud de los sabotajes. Pero un día nos
cambiaron el censor, y el nuevo "torquemada", más
avispado, se dirigió a los pocos días a nuestro
despacho y nos comunicó:

– Director, veo que ahora están explotando
demasiadas cocinas, cosa que antes no ocurría. Y eso no me
gusta. Vamos a suspender todas esas explosiones hasta que yo
consulte.

Naturalmente, la consulta puso fin a aquella epidemia,
pero después de cumplir su modesto pero importante
cometido, de burlar la censura durante varias semanas.

Posterior a aquella experiencia, nos pusimos a analizar
en que forma podíamos burlar a la censura. Y lo que era
más importante sicológicamente en aquellos
días: poner en ridículo a la dictadura.
Aprovechamos al respecto que la emisora tenía establecido
un sistema de noticiero-reloj, que no era claro creación
nuestra (pues ya existía la emisora Radio-Reloj. N. del
E.), durante el cual se daban 30 segundos de noticias y 30
segundos de espacios comerciales, y a continuación la
hora.. Además existían los noticiero de 5 a 9 de la
mañana y otro de 10 a 12 de la noche, con iguales
características.

Un buen día, los predestinados por la incidencia,
ofrecieron a los locutores de turno un parte del Buró de
Prensa del Estado Mayor del Ejército, entonces dirigido
por el oficial Boix Comas, mediante el cual se informaba que se
había producido un combate entre tropas del gobierno y un
grupo de "facinerosos fidelistas" que resultó exterminado
en su mayoría y el resto había huido, abandonando
heridos y armas. Por otra feliz e increíble coincidencia,
el siguiente locutor continuó con la lectura de un aviso
comercial que decía:

"¡Bola…Bola…Bola Roja es la marca de
frijol de más calidad que usted puede adquirir! ¡No
lo olvide: Bola…Bola..Bola Roja!" (En Cuba, "bola" es
sinónimo de embuste, falsedad, mentira. N. del
E.)

Y ahí mismo surgió la posibilidad que
todos estábamos buscando. Chequeamos otros anuncios
legítimos, bien pagados por los patrocinadores, y los
fuimos seleccionando para radiarlos, sin variar su texto,
inmediatamente después de los mentirosos partes oficiales,
en los cuales se calificaba a los guerrilleros de bandidos,
forajidos, muerde y huya, facinerosos y otros epítetos
semejantes.

Veamos un ejemplo:

"…los forajidos tuvieron 50 bajas entre muertos y
heridos, resultando prisioneros 20 bandidos. Los otros huyeron a
la desbandada perseguidos por el ejército"

E inmediatamente el anuncio comercial:

"¡Ilusión…Ilusión…! Si
amigos oyentes, en la gran peletería Ilusión, en la
ciudad de Cienfuegos, podrás hallar los zapatos que usted
busca. Recuerde: Ilusión es ilusión, la
peletería de su predilección".

Otro ejemplo verídico:

"…Las fuerzas del ejército
continúan obteniendo victorias en su empeño de
exterminar a los facinerosos fidelistas, asesinos de
campesinos…".

Y a continuación:

"¡No señor, no crea usted todo lo que le
digan…! Si se decide a comprar un buen traje, vaya siempre
a El Bazar".

Cuando el locutor de noticias terminaba de leer el parte
oficial, su compañero de cabina, con fino sentido
irónico, transmitía el anuncio…y el efecto
era impactante. Los oyentes captaban rápidamente la
intención y la retórica de Boix Comas quedaba
sumergida en el ridículo.

Esto no duró mucho tiempo. No podía durar.
En la noche del 29 de diciembre de 1858-apenas 48 horas antes de
la fuga del déspota- se presentaron en la emisora, como a
las 11 de la noche, un sargento y dos policías de la
Novena Estación policíaca, feudo de las
tropelías del coronel Esteban Ventura Novo, ascendido
vertiginosamente en la jerarquía militar, gracias a sus
horrendos crímenes y del capitán Peñate, su
edecán, y cómplice de sus tropelías, abusos
y torturas. Traían la orden de conducir arrestados al
director y a los locutores de turno, que transmitían en
ese momento el noticiero Reloj Nocturno., así como de
ocupar los guiones de noticias y los textos de
comerciales.

Trabajo nos costó convencer al esbirro de que
permitiera finalizar el noticiero.

– Mire sargento – argumentamos – ya apenas falta media
hora para que termine la transmisión. Suspender de pronto
el noticiero nos obligaría a dar una explicación a
los oyentes y decir que es resultado de una orden de la
policía. No creo que esto favorezca al gobierno en estos
momentos. Esperemos un poco y los
acompañaremos.

Al fin accedió a regañadientes. A las 12
en punto, como era habitual, despedimos el programa y la planta.
Y con los locutores Rafael Martínez Sixto y José
Antonio Alba, nos dirigimos hacia la Novena Estación,
ubicada en Zapata y C, en el Vedado. Los dos policías
cargaban con las libretas que contenían los textos
incautados.

Por el camino traté de indagar con el sargento
sobre los motivos de la detención.

– Parece – nos dijo – que al coronel ha llegado la
noticia de que ustedes por esa emisora están diciendo a la
gente que no crean en los partes del ejército, que son
mentira e ilusión del gobierno y que son bolas.

– Todo es falso – le riposté- ¿Cómo
vamos a decir eso? Además el censor no lo dejaría
pasar.

– Bueno, eso lo clara usted al coronel Ventura quien es
quien lo mandó a buscar.

Teniendo ya una idea de en qué consistía
la acusación, me sentí más tranquilo y
comencé a maquinar una salida para aquella
situación bastante delicada, por dos razones: una por el
momento decisivo de la lucha insurreccional, ya que la ciudad de
Santa Clara estaba sitiada por las tropas al mando del Che y a
punto de colapsar la resistencia de las tropas del
régimen, allí acantonadas.; y la otra, porque el
enfrentamiento debía ser con Ventura Novo, sádico
criminal cuyas reacciones resultaban imprevisibles.

Los textos de las noticias donde figuraban los partes
militares estaban en dos libretas, y en otras dos, independientes
unas de otras, los anuncios comerciales. De modo que no
había manera de probar la vinculación de unos con
otros. Además, lo que le daba fuerza al mensaje, no era
precisamente el texto comercial, como otro cualquiera, sino la
entonación irónica, que imprimía el
locutor.

Cuando llegamos a la Novena Estación
serían alrededor de las 12 y media de la madrugada del 30
de diciembre y se acababa de producir el cambio de guardia en la
estación policíaca.

El sargento que nos condujo dijo a su relevo:

– Yo me marcho pues ya acabé mi turno. Ahí
en el patio están esos tres que los mandó a buscar
el coronel. Díselo cuando llegue.

Dadas estas favorables circunstancias, el nuevo oficial
de guardia no sabía por qué estábamos
allí, ni tenía antecedentes de lo ocurrido, lo que
facilitaba mis proyectos de planes, que no había
comunicado a mis compañeros.

Viendo que pasaba el tiempo y no nos llamaban, me
acerqué al oficial de carpeta y le dije:

– Me hace el favor, ¿ya llegó el coronel?,
pues lo estoy esperando.

– No señor, aún no ha llegado. Tan pronto
llegue yo le aviso.

El plan estaba en marcha. Confundir a mis captores e
incluso al propio Ventura.

Pasada la una de la madrugada de aquel 30 de diciembre,
pleno de incertidumbres y rumores, nos avisaron que el coronel
nos esperaba en su despacho.

Allí estaba el esbirro mayor, con su
nítido y bien planchado traje de dril cien; su negro pelo,
quizás bien teñido, y su pequeño bigote, que
ocultaba en parte sus labios finos. Sin embargo, que
ironía, no inspiraba la repulsión inmediata que
ocurría con otros genízaros, con más
reducido record criminal. Luego de darle las buenas noches, lo
más sereno que pude simular, y con una audacia que hoy
mismo me sorprende, me apoderé de una silla del despacho,
la sitúe muy cerca de él, al mismo tiempo que
decía a los dos locutores con firme voz de
mando:

– Ustedes siéntense en aquel sofá y
esperan, que voy a hablar con el coronel.

Esa actitud iba encaminada a borrar de la mente
policíaca criminal del coronel Ventura, toda idea de que
yo estuviera en calidad de detenido y por tanto en
condición sicológicamente inferir. Los dos acusados
debían ser los locutores, Mi misión
consistía en interceder por ellos, y lo logré, ,
pues la actitud de Ventura cambió radicalmente hacia
mí.

Sin darle tiempo a reflexionar, ni analizar la
situación, le dije como si estuviera desarrollando un
guión cinematográfico:

– Coronel, tengo entendido que han llegado a usted
rumores de que por la planta de radio que dirijo, se han pasado
algunas noticias que no pueden ser del agrado del gobierno. Y eso
lo deseo aclarar con usted.

– Sí, me han dicho que por CNC se han transmitido
noticias desmintiendo partes del ejército y diciendo que
no los crean y que son ilusiones del gobierno. He mandado a
revisar todas las libretas de noticias y no han podido hallar
esas cosas. Pero me han dicho director, que sí las han
pasado por su planta y eso no lo podemos tolerar.

– Me alegro coronel, que usted haya verificado esa
falsedad, pues sería efectivamente intolerable que por una
emisora propiedad del doctor Antonio Pérez Benitoa, tan
ligado familiarmente con el señor Presidente y con una
línea política bien definida de apoyo al
régimen, pudiera alguien, abusando de la confianza en
ellos depositada, hacer labor subversiva.

Y para no desmentirlo totalmente y precipitar una salida
favorable, agregué:

– Coronel, yo le pido que deje este asunto en mis manos
y si compruebo que estos dos locutores han dado alguna noticia
falsa o mal intencionada, yo le garantizo que recibirán el
castigo que se merecen. Yo insisto, coronel…

En eso sonó un teléfono y Ventura
salió del despacho precipitadamente.

Los dos locutores estaban al estallar. Se lo
conocí en los rostros demudados y pálidos. Lo que
pensaban de mí no sería para contar, pues mi
conducta les debía parecer una felonía
incalificable, reflejo de un despreciable capitán
araña.

A los pocos minutos regresó el coronel.
Tenía el rostro descompuesto, le temblaban las manos, la
mirada endurecida. Y ocurrió lo imprevisto. Lo que yo no
podía sospechar ni remotamente. Conocimos de los labios
del propio Ventura una noticia que me produjo un profundo
júbilo interior sin que ello se reflejara en los
rostros:

– ¡Me acaban de informar -gritó con voz de
trueno- que esos hijos de p…y maric…..fidelistas,
acaban de tomar la ciudad de Santa Clara y volado el tren
blindado. Pero yo les juro que hoy mismo salgo para allá y
voy a acabar con todos esos desmadrados- y siguió con una
sarta de insultos impublicables!

No me atrevía a pronunciar una palabra.
Tenía el temor de traicionar mi euforia interna. Y
esperé. Tras desahogar su casi inagotable arsenal de
injurias y amenazas, el coronel dijo:

– Bueno, dejo este asunto en sus manos. Pero
confío en que reciban un fuerte castigo. ¡Qué
pasen hambre para que sepan que con el presidente Batista no se
puede jugar!

– Esté usted seguro coronel, que si compruebo lo
que le dijeron, la van a pasar muy mal, pues los voy a suspender
de empleo por lo menos dos o tres meses.

– Bueno director. Puede retirarse con ellos. Y no se
olvide lo prometido.

-Prometido coronel. Bien muchachos, vamos.

Y seguido por los dos compañeros me dirigí
con paso rápido hacia la puerta de la calle, temiendo que
pudiera producirse un cambio de decisión.

Ya en la calle, ambos locutores dieron rienda suelta a
su indignación.

– Tú lo que eres un degenerado. Nos echaste la
culpa a nosotros para salvarte.. Ni siquiera nos dejaste hablar
para defendernos.

– Calma compañeros. Comprendan que la
situación no era muy agradable. Lo mismo nos podían
entrar a golpes que darnos cuatro tiros. Por muchos menos les han
arrancado a cabeza estos esbirros a algunos inocentes. Nuestra
única salvación era hacer creer que yo había
acudido a interesarme por ustedes, enviado por el doctor
Pérez Benitoa, gran amigo de Batista….y lo
conseguí. Por eso estamos ahora en la calle. Sanos y
salvos los tres.

Ante esa explicación fue que cedieron en su ira
aparentemente justificada y exclamaron:

– Bueno…si es así, la cosa es distinta.
Pero no nos dijiste lo que ibas a hacer y eso nos
confundió.

Lo curioso de todo esto es que aquella fría
madrugada del 30 de diciembre de 1958, no sospechaba que aquel
juramento de Ventura pudiera cumplirse. Pues se cumplió,
con una ligera variante; que en lugar de dirigirse a Santa Clara
para "acabar con los fidelistas" y enfrentarse a las tropas del
Che, marchó unas horas después a Columbia, pistola
en mano, para que le permitieran abordar uno de los aviones, que
atiborrado de esbirros, asesinos y ladrones, despegó en la
madrugada del primero de enero de 1959 rumbo a Estados Unidos,
mientras el dictador Batista encontraba riesgoso refugio en los
predios de otro dictador de su propia catadura, llamado Rafael
Leónidas Trujillo Molina.

No resultó
necesario

A mediados del mes de diciembre de 1958 recibí en
la emisora CNC, la visita de un compañero al que no
conocía. Con la discreción propia de estos casos,
dada la situación que vivía el país en esos
momentos ate la ofensiva incontenible del Ejército
Rebelde, me expresó que venía de parte de Ramiro
Valdés y me entregó una nota escrita a
máquina, que copiada textualmente y que conservó
(desafortunadamente, desconociendo su existencia, tras la muerte
de mi padre no la he podido localizar. N. del E.) y que
decía:

Amigo Raúl:

Aunque no nos vemos desde el mes de abril, en que
hablamos por primera vez, recuerdo todavía su
ánimo, entusiasmo y simpatías revolucionarias.; por
todo ello le hago estas letras.

Entre nuestros planes está el de poner en el aire
una planta transmisora de onda larga, con una programación
diaria de larga duración. Para realizar esto es necesario,
como usted bien sabe, discos, tocadiscos, grabadora, etc…
unidos al personal técnico.

Esta carta la motiva nuestra petición de ayuda a
usted en esos renglones. De más está decirle que
todo el apoyo que nos brinde en este sentido será de gran
utilidad para nuestros planes propagandísticos.

En espera de su más entusiasta
colaboración

Le saluda

Ramiro

De más está decir que inmediatamente me
dispuse a cumplir la orden de compromiso moral, más que
solicitud amistosa, del ya entonces comandante Ramiro
Valdés. Para ello hablé con varios
compañeros de la emisora y logramos reunir algunos de los
equipos solicitados, en espera de que fueran enviados a recoger,
como se había acordado.

Mientras estábamos en esa espera, se
anunció la fuga de Batista. Ya el traslado de los equipos
no era necesario. La Revolución contaba con todas las
emisoras del país.

Por qué
Radio Rebelde

Es posible que algunos, o muchos, ignoren el por
qué de la actual emisora Radio Rebelde. Y de por
qué el Circuito Nacional Cubano (CNC Reloj de Cuba) se
convirtió en enero de 1959 en la planta continuadora de la
tradición de la original y modesta Radio Rebelde, de la
Sierra Maestra.

CNC Reloj de Cuba era una emisora cadena nacional, con
plantas repetidoras en todas las antiguas provincias (acorde a la
nueva división político-administrativa aprobada por
la Asamblea Nacional del Poder Popular en 1976, que
determinó la existencia de 14 provincias, en lugar de las
6 anteriormente reconocidas). Esto le permitía con gran
potencia cubrir todo el territorio de la nación.
Además contaba con una programación de noticieros
que disfrutaba de crédito informativo y gran
aceptación de los oyentes. Durante varios años
consecutivos, en las encuestas que realizaban las agencias de
publicidad y las asociaciones de radio emisores, siempre
había ocupado el primer lugar en la preferencia del
público.

Estimamos que esas constituyeron algunas de las razones
por las cuales los oportunistas Raúl Soulary y
Pepín Berenguer, propietarios de la emisora provincial
CMKC de Santiago de Cuba, explotando un falso regionalismo,
tendencia que ganó terrenos en los primeros meses de 1959,
promovieron la idea de que la entonces provincia de Oriente, con
justicia catalogada como la cuna de la Revolución,
enarbolaran demagógicamente, para su propio beneficio, la
real y justa aspiración de sus habitantes de poseer una
cadena radial nacional que se originara en Santiago de
Cuba.

Su plan, que lograron convertir en realidad,
engañando a dirigentes de la Revolución,
consistía en revertir la cadena, lo que permitiría
que las transmisiones se originaran en Santiago de Cuba y que los
equipos en La Habana, quedaran transformados en una repetidora
más, donde bastarían o diez operadores para hacerla
funcionar. Consecuencia de ello, más de un centenar de
trabajadores, incluidos productores, locutores, artistas,
periodistas, técnicos, directores de cuadros
dramáticos, etc.… quedaran cesantes. Aquellos que
aceptaran el proyecto debían trasladarse a Santiago de
Cuba y ponerse a disposición del binomio
Solaury-Berenguer, para lo que ambos tuvieran a bien
disponer.

El personal de CNC Reloj de Cuba, por supuesto, no
recibió pasivamente el hecho y más cuando
trasciende el carácter oportunista de esos empresarios,
con estrecha vinculación económica e
ideológica con la tiranía y especialmente con el
coronel Río Chaviano, en momentos en que se ejercía
la más cruel represión contra la población
oriental y particularmente los habitantes de la
Ciudad-Héroe.

Surgió así un movimiento reivindicativo al
que se sumaron masivamente todos los empleados de la emisora.
Capitalina. Uno de los líderes del mismo era Eddy
Martín, entonces locutor y cronista deportivo en los
noticieros de la planta. Guiaba a todo el personal, no solo
defender sus puestos laborales, sino hacer prevalecer la verdad,
ante tales manejos turbios de esos señores.

– Es excelente tu idea, Quintana, de fijar para la
historia de la radiodifusión cubana, estos extremos –
explica Eddy Martín.

– Recuerdo que aquel movimiento reivindicativo,
contó con el entusiasta apoyo de todo el personal, sin
excepciones. Ya la cadena había sido revertida y se
transmitía desde Santiago de Cuba, operación
técnica que no ofrecía grandes dificultades, ni
requería mucho tiempo.

– No puedo precisar Eddy- le aclaro- cuáles
fueron nuestras primeras actividades, aunque hubo una entrevista
en la Ciudad Deportiva con Fidel, quien nos dijo que
viéramos a Raúl; realizamos visitas al Consejo de
Ministros, que entonces presidía Manuel Urrutia y se
hicieron declaraciones por Unión Radio.

– Si, todo eso hicimos y mucho más- agrega Eddy-
porque nos estimulaba que era una causa justa. Cuando visitamos a
miembros del Consejo de Ministros, en el antiguo Palacio
Presidencial, recuerdo que tuvimos que esperar un receso porque
estaban reunidos. En definitiva pudimos conversar con Luis
Orlando Rodríguez, Ministro de Gobernación; con el
ingeniero Enrique Olstuski, Ministro de Comunicaciones y otros, a
los que expusimos nuestras demandas, sin obtener, es cierto, una
decisión definitiva. Pero si nos escucharon y algunos
admitieron la justeza de nuestro movimiento y los argumentos que
esgrimíamos.

– En definitiva- añado- resultó el
compañero Raúl Castro, entonces Comandante, quien
se interesó en conocer los móviles del conflicto
para procesar la verdad y resolver en consecuencia.

– Si, lo recuerdo muy bien- reitera Eddy- como si lo
tuviera grabado en una cinta magnetofónica. Un día,
sin previo aviso, llegó Raúl Castro a la emisora,
en la calle O. Lo acompañaban Vilma Espín, Osmany
Cienfuegos y Vicente Cause, entre otros. Dijo que deseaba hablar
con los dirigentes de la planta y con representantes de los
trabajadores. La voz se corrió enseguida y todos los
empleados se agruparon en el estudio mayor de la emisora. Cuando
Raúl pasó al salón y vio al personal reunido
en una especie de asamblea general masiva, exclamó
sonriente: "Esto parece una encerrona". Le explicamos entonces
que la causa de la masiva presencia del personal era que
deseábamos que todos estuvieran presentes y lo escuchase.
Éste solo respondió: "Bien, vamos
entonces.

– Resultó verdaderamente una asamblea
democrática-argumento.

-Permíteme continuar, Quintana.. En la misma
Raúl expuso que se había tomado esa decisión
teniendo en cuenta la valiosa colaboración que
había prestado la CMKC al Ejército Rebelde durante
la campaña insurreccional y lo justo de que Santiago de
Cuba contara con una cadena nacional de radio, dado los
méritos que había acumulado su pueblo y su
formidable aporte a la Revolución. Y que por lo tanto, era
algo ya resuelto, aunque debía estudiarse como
quedaría el personal de CNC. Recuerdo que un locutor se
puso de pie y exclamó: "Entonces hagamos un minutos de
silencio por la muerte de CNC. Reloj de Cuba".

– En ese momento. Recalca Eddy- me puse de pie, situado
cerca de Raúl y Vilma y expresé:

– No Comandante, hay algo más que usted ignora
seguramente. Y aquí están las pruebas.

– E inmediatamente le hice entrega de un álbum de
fotos y recortes de periódicos que me había enviado
el compañero Enrique López, donde aparecía
el binomio Solaury-Berenguer, junto con el coronel del Río
Chaviano y numerosos esbirros, durante una orgía, todos
con las copas de champaña en alto haciendo un brindis. Y a
continuación le aclaré:

– Mientras ustedes, los asaltantes del Moncada eran
asesinados, otros eran prisioneros y el resto escapaba para
salvar sus vidas, estos señores brindaban con Chaviano y
su pandilla de asesinos y hacían votos y brindis por la
victoria del ejército de la tiranía y el
restablecimiento de lo que ellos llamaban el orden
constitucional, en Santiago de Cuba y Bayamo. Lea las
declaraciones y observe las fotos Comandante. No nos oponemos que
Oriente tenga una cadena nacional, pero si no podemos admitir que
se le entregue a esos señores.

– Entonces recuerdo Eddy- le interrumpí- como el
rostro de Raúl se fue transformando y se reflejó en
él la indignación que lo invadía.

Tras una breve pausa Eddy reanudo su relato.

– En ese instante decisivo todos pudimos escuchar cuando
Raúl exclamaba con acento de ira reprimida: "Aquí
alguno o algunos van a conocer el paredón". Lo curioso es
que al yo mirar hacia el lugar donde poco antes estaban sentados,
complacidos y sonrientes, los señores Solaury y Berenguer,
ya las sillas estaban vacías, pues ambos pusieron pies en
polvorosa. Entonces Raúl Castro, con voz serena,
declaró más o menos lo siguiente:

Adónde está el técnico de la
emisora+.

– Allí Comandante-le respondí.
Señalando al compañero Adolfo Gil.

– Pues bien- dijo Raúl- a partir de las seis de
la madrugada de mañana, CNC Reloj de Cuba, volverá
a transmitir desde La Habana.

– Una salva de aplausos y gritos de aprobación
acompañaron las últimas palabras de
Raúl-agrega Eddy- Todos los allí reunidos de pie,
reflejaban en sus rostros la alegría de ver como la
justicia revolucionaria resplandecía con la
intervención del querido dirigente

-Luego Raúl- añadí por mi parte-
anunció que la compañera Vilma Espín
asumiría la Dirección de la emisora,
designación aprobada por unanimidad, todos de pie y
aplaudiendo.

– Pero antes, Quintana…

– Es cierto, antes el compañero Raúl
expresó que desde ese momento CNC Reloj de Cuba
desaparecería como tal y se convertiría en Radio
Rebelde, nombre que se había ganado, al recordar que en
todos los campamentos del Ejército Rebelde, a las 5 de la
mañana, todos los radios se ponían en
sintonía con CNC., pero eran los noticieros, que pese a la
censura, eran siempre, los más escuchados, dado que
siempre se buscaba de una u otra forma de dar las noticias, que
aunque veladas, ellos sabían interpretarlas.

Esto lo comprobé personalmente cuando en marzo de
1958 estuve varias semanas en la Comandancia del Che, en Pata de
la Mesa. Realmente habíamos logrado mucho más de lo
que aspirábamos. Ser continuadores en el triunfo, de la
Radio Rebelde insurreccional, era verdaderamente un honor que
todos apreciar. Y aquella asamblea improvisada y con un elevado
espíritu democrático, aplaudió
delirantemente esa decisión.

– Aun recuerdo, Quintana, que la compañera Vilma,
actuando ya como Directora General de la nueva Radio Rebelde,
anunció tu designación, ratificándote, como
director de los noticieros, el primero que tuvo Radio Rebelde, en
su nueva etapa.

– Aún conservo, Eddy, como preciado recuerdo, el
carné con las siglas en rojo RR firmado por Vilma,
nombrándome efectivamente, el primer director de ese
noticiero.

Una
transmisión radial inusitada

Corría el mes de mayo de 1959. La
dirección revolucionaria decidió que la firma de la
Primera Ley de Reforma Agraria– la más trascendental de
las medidas de transformación de la estructura
socio-económica del país adoptadas hasta aquel
momento- se efectuara en el ámbito propicio y
simbólico de la que fuera la Comandancia General del
Ejército Rebelde, en La Plata, Sierra Maestra.

Surgió entonces la idea entre los técnicos
y periodistas de la recién denominada Radio Rebelde, de
realizar una transmisión directa, por control remoto,
desde las montañas orientales, algo que nunca antes se
había realizado, a través de una cadena
nacional.

Con la colaboración del director técnico,
Adolfo Gil y el ingeniero Inclán, se hicieron los enlaces
necesarios y las conexiones indispensables y se trasladaron a La
Plata, en un helicóptero, los equipos y una planta
eléctrica portátil. Eddy Martín iba al
frente del grupo para ejecutar el plan.

El 17 de mayo de 1959, aniversario del asesinato en El
Vínculo, en Guantánamo, del asesinato del
líder campesino Niceto Pérez, posteriormente
escogido como Día del Campesino, resultó la fecha
escogida para la firma y promulgación de la
antológica ley.

La transmisión radial desde las serranías
orientales se inició sin dificultades técnicas
así como todos los detalles de la ceremonia, en la
narración de Eddy Martín. Luego la voz de Fidel se
escuchó en todos los rincones de la isla, explicando la
alta significación de aquel acto y lo que representaba ara
la liberación definitiva de la gran masa
campesina.

Pero los que conocíamos a Fidel, advertimos que
en su voz se reflejaba una preocupación, pese a la
satisfacción que debían representar para él
ese momento. En la emisora comprendimos que Fidel tenía
que estar más que preocupado. Poco antes de partir hacia
la Sierra Maestra, a cumplir su deber como jefe máximo de
la Revolución, su hijo Fidelito, que entonces contaba 9 o
10 años, sufrió un accidente de tránsito y
lo había dejado recluido, en condiciones preocupantes, en
el hospital Municipal "Freyre de Andrade", en La
Habana.

A través de Eddy Martín conocí de
la preocupación de Fidel y se me ocurrió una idea:
tomé una grabadora portátil y rápidamente,
en automóvil, me dirigí al referido hospital. Junto
al lecho de Fidelito estaban algunos familiares, entre ellos sus
tíos Ramón y Lidia, a los que les expuse mi plan:
grabar unas palabras de Fidelito con el propósito de
llevar tranquilidad al ánimo de Fidel,
transmitiéndolas de forma que él pudiera
escucharlas en la Comandancia de La Plata, en el firme de la
Sierra Maestra.

Lograda la grabación, con palabras de
ramón y Lidia Castro y del médico, regresé a
la emisora y me puse en contacto con Eddy Martín, para que
sintonizara la planta, finalizada la ceremonia de la firma y
avisara a Fidel que iba a recibir una grata sorpresa.

Al respecto, Eddy Martín rememora:

Partes: 1, 2, 3
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